Espacialidad

La espacialidad reúne al conjunto de condiciones y prácticas de la vida individual y social que están ligadas a la posición relativa de los individuos y los grupos, unos con otros. Un postulado fundamental de la geografía es que estas posiciones relativas (o situaciones geográficas) determinan, probablemente o en parte, la forma y la intensidad de las interacciones sociales. Éstas por su parte reconstruyen, deformando de manera gradualmente ascendente, las grandes estructuras del espacio geográfico. La espacialidad es uno de los dos grandes paradigmas explicativos construidos por la geografía para contribuir a la explicación de la diferenciación de la ocupación de la superficie de la tierra por las sociedades humanas, ella constituye una interpretación por las relaciones «horizontales», que completa las explicaciones fundadas sobre las relaciones «verticales» de las sociedades con la diversidad de las condiciones y los recursos ofrecidos por los medios naturales. El paradigma de la espacialidad se afirmó sobre todo a partir de los años 1950.

La noción de espacio en geografía se apoya sobre tres grandes sistemas de referencia: 1) el espacio de localización es un conjunto de coordenadas terrestres donde la posición de cada punto está dada por su latitud, su longitud y su altitud (según un sistema de proyección dado); 2) el espacio tal como es percibido, vivido o representado en la escala de los individuos comporta, más allá de las fuertes variaciones subjetivas y culturales, una organización bastante sistemática, muy a menudo centrada sobre la persona y que conforma burbujas proxémicas (E.T. Hall) o «caparazones» (A. Moles) concéntricos, de familiaridad decreciente en relación con el alejamiento, y en las cuales la percepción de las distancias, dilatada en las zonas conocidas, se contrae a medida que la información sobre los lugares decrece. Las formas concretas de estas representaciones, a menudo asimilables a aureolas concéntricas en las sociedades sedentarias tradicionales, se diversifican en función de las prácticas de movilidad de los individuos y de su frecuentación de los lugares que constituyen su espacio de vida; 3) la agregación de estos espacios individuales y la composición de sus interacciones reiteradas en la duración produce un espacio heterogéneo y anisótropo, constituido por nodos y ejes jerarquizados que organizan los flujos de circulación en territorios desigualmente enrejados. En el transcurso de la historia, este espacio geográfico tiende a volverse cada vez más heterogéneo (contrastado) en términos de repartición del peso (masa, riqueza) de los nodos y de las tramas, y contraído en tiempos y recorridos, mientras que las condiciones de circulación (velocidad, confort) en las grandes distancias, así como las formas y las condiciones del hábitat tienden a homogeneizarse.

Cada sociedad organiza su territorio según una espacialidad que le es propia y que depende de sus valores y de sus normas, así como también de la elección de sus actividades y de su dominio técnico. Se la analiza a partir de los principales componentes del funcionamiento de los territorios, que son: la apropiación, el hábitat, la circulación, la explotación (o producción), y la administración (o gestión). La dimensión, el espaciamiento, las densidades y las formas (configuraciones), varían de este modo de una sociedad a otra. Pero se reconocen también en los paisajes y las estructuras espaciales los efectos de invariantes antropológicos (como la medida de las superficies cultivadas en jornadas de trabajo, la del espaciamiento de las etapas en jornadas de marcha, o la del escalonamiento de las ciudades en horas de transporte), y de tensiones geométricas (circularidad de las áreas de comercio minorista o de frecuentación alrededor de un centro, linearidad de los grandes ejes de transporte) o de interacción (fuerte decrecimiento de las probabilidades de frecuentación con el alejamiento o la «tiranía de la distancia», que explican la similitud de las estructuras espaciales elementales, identificadas por diferentes modelos del análisis espacial (gradientes de los campos urbanos, anillos de von Thünen, tramas hexagonales jerarquizadas de lugares centrales) y catalogadas por ejemplo por R. Brunet en su tabla de los «coremas».