Tensión

El término tensión se emplea con diversos sentidos. En su acepción más corriente, esta noción es sinónima de obstáculo, y en consecuencia, la tensión se halla «en oposición» a cualquier cosa. En el marco teórico del posibilismo, la tensión es un factor limitante y la sociedad debe sobreponerse o adaptarse a ella.

En mecánica, el término tensión se utiliza para calificar toda «magnitud que mide una interacción superficial«, y en tal caso, ésta puede ser positiva o negativa, incluso nula. De este modo, al extenderse este sentido a las interacciones en un sistema territorial, se puede tratar simultáneamente el hecho y su acción en la sociedad (Marchand, 1980). Un período de sequía estival en el mediodía aquitano puede ser catastrófico para el maíz y una bendición para los Sauternes…

Las tensiones de la naturaleza responden a dos tipos de dinámicas: una espacial, que influye sobre la extensión, los conflictos, los frentes pioneros; la otra, temporal, que traduce las velocidades diferenciadas del crecimiento de la vegetación o de los mecanismos físico-químicos. En el dominio climático, se distinguen tradicionalmente las tensiones estáticas y las dinámicas. Las primeras traducen las interacciones entre el medio ambiente socioeconómico y el medio físico. Se caracterizan por una relativa estabilidad temporal y/o una regularidad en su aparición, y la sociedad se adapta a ellas «ex-post«. En cuanto a las tensiones dinámicas, funcionan sin ninguna regularidad temporal. Su carácter aleatorio puede provocar desequilibrios irreversibles o durables para las sociedades no preparadas para este tipo de acontecimientos.

La aproximación de las tensiones naturales en el marco geográfico de las relaciones naturaleza/sociedades implica, pues, la consideración de la pluralidad y de la relatividad de sus manifestaciones espacio-temporales. En esta perspectiva, sería erróneo asimilar únicamente el estudio de las tensiones naturales al de los riesgos naturales. La evaluación de su papel en la constitución de los mitos se vuelve imperativa, desde el momento en que su naturaleza supone una reflexión sobre las relaciones que mantienen lo ideal y lo material en nuestras sociedades.

Las tensiones físicas, naturales, por una parte, las tensiones socioeconómicas, mentales, o históricas, por otra parte, tienen por su lado sus propias leyes, funcionan según procesos diferentes, y evolucionan según velocidades variables. Pero separarlas, por el hecho de que sus procesos son de naturalezas diferentes, significa olvidar que éstas tienen al menos dos rasgos comunes, que son el tiempo y el espacio.

Naturaleza y sociedad se mueven de este modo en espacios-tiempos con ritmos diferentes, con procesos de autocorrelaciones espacio-temporales. Ambas participan en la organización, en el funcionamiento y en la estructuración de los territorios. Todas estas tensiones pueden ocasionar disfuncionamientos que van hasta la sistemólisis territorial. El funcionamiento de un territorio es el resultado de un campo de tensiones, de la interacción cruzada de un conjunto de tensiones naturales, físicas, sociales, económicas, históricas, mentales. Todas esas tensiones están sobre el mismo plan conceptual, en el interior del sistema. Ninguna de ellas predomina a priori, pero ninguna debe ser desdeñable tampoco. Cada una representa una parte de la explicación de un territorio, un porcentaje de varianza que va de 0% + épsilon à 100% – épsilon.

 

Bibliografía:
Marchand. J.P., Contraintes climatiques et espace géographique, Caen, Ed. Paradigme, 1985.